Se escuchan tus pasos en la nieve y en la noche los niños se esconden entre las mantas , acechando...a la espera de sorprenderte para mirarte a los ojos.
He sido una pequeña inquieta y en las noches navideñas te esperaba. Mi corazón se ilusionaba con juguetes que proponían las propagandas en los comercios, esos que uno ve con la ñata contra el borde de la vidriera, de puro pequeño. No sabía por que quería tal o cual regalo, solo sabía esperar haciéndome la dormida para ver tus cachetes regordetes y tus bellos ojos azules. Para mi la navidad es un árbol enorme, torta de nuez, olor a vainilla y azahar en la cocina. El ajetreo no permitía que los mayores vieran mi inquietud .
No sabía escribir y me llegaron los regalos menos esperados... tal vez porque nadie pensó que me sorprendería, aunque eso es lo que se pretende, en estas fechas.
Hubo navidad con castañuelas y pandereta... otras con muñecas de trapo con cachetes pintados con colorete... Y la última de mi infancia. La que, de un manotazo, rompió algo más que los ojos de mi muñeca que quedaron fijos para siempre. Rompió el encanto, el juego, la escondida en la que somos cómplices los padres y los niños que nos hacemos mayores.
La última navidad de mi infancia dejó ciega a mi muñeca y se llevó mucho más.
Esa navidad fue abrupta con mis juguetes y con un tramo de mi vida.
Nunca ví tus ojos soñados, como mi muñeca.
Perdí la complicidad de los mayores esperando que me durmiera, perdí la fantasía.
Este es un espacio donde me expreso. Aquí vuelco pensamientos que quizás muchos tuvieron y han pasado de largo sin darles importancia. Algunos escritos fueron víctimas de un impulso minimalista, por eso son tan cortos. La realidad es que ellos saben cuando decirme basta!
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viernes, 23 de diciembre de 2011
viernes, 30 de abril de 2010
Huellas
Si mirás atentamente, junto a tus pasos otros se harán visibles sólo para que los veas... Dios es llamado de diferentes formas. Algunos ni saben su nombre y otros temen reconocer su existencia. Se que sobrevuela mis días. Estuvo cuando nací. Sostuvo mi cansancio en cada parto y lo hizo en cada brutal despedida. Habita en mí y en cada uno de los que son mi familia. Algunos lo discuten, otros lo reclaman, hay quienes lo reconocen en señales casi invisibles... Lo cierto es que no concibo pensar desconocerlo, pasé la época de discutir su existencia y sus señales. No pienso la posibilidad de su ausencia. Es Quien me permitió estar en la vida cuando me caí de un colectivo embarazada: eligió la vida de mi hija y me dejó ser abuela. Cuando me planteo el nuevo día pido permiso para " sentarme al festín".
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