viernes, 23 de diciembre de 2011

Carta a San Nicolás

Se escuchan tus pasos en la nieve y en la noche los niños se esconden entre las mantas , acechando...a la espera de sorprenderte para mirarte a los ojos.
He sido una pequeña inquieta y en las noches navideñas te esperaba. Mi corazón se ilusionaba con juguetes que proponían las propagandas en los comercios, esos que uno ve con la ñata contra el borde de la vidriera, de puro pequeño. No sabía por que quería tal o cual regalo, solo sabía esperar haciéndome la dormida para ver tus cachetes regordetes y tus bellos ojos azules. Para mi la navidad es un árbol enorme, torta de nuez, olor a vainilla y azahar en la cocina. El ajetreo no permitía que los mayores vieran mi inquietud .
No sabía escribir y me llegaron los regalos menos esperados... tal vez porque nadie pensó que me sorprendería, aunque eso es lo que se pretende, en estas fechas.
Hubo navidad con castañuelas y pandereta... otras con muñecas de trapo con cachetes pintados con colorete... Y la última de mi infancia. La que, de un manotazo, rompió algo más que los ojos de mi muñeca que quedaron fijos para siempre. Rompió el encanto, el juego, la escondida en la que somos cómplices los padres y los niños que nos hacemos mayores.
La última navidad de mi infancia dejó ciega a mi muñeca y se llevó mucho más.
Esa navidad fue abrupta con mis juguetes y con un tramo de mi vida.
Nunca ví tus ojos soñados, como mi muñeca.
Perdí la complicidad de los mayores esperando que me durmiera, perdí la fantasía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario